El Triunfo: Un pueblo con historia

Fundado el 09-09-1909

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Material difundido en el Año del Centenario
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En "NUESTRA HISTORIA, una mirada al pasado triunfense"


Programa conducido por Carlos María Dusio

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El farmacéutico Marcelo Manino


Hasta donde tenemos conocimiento, el primer farmacéutico de El Triunfo fue el señor José Mayans, vocal de la primera comisión directiva del CASET en 1923 y designado con el cargo de Intendente del club el 8 de junio de 1924.
Posiblemente haya sido también en 1924 cuando radicó su farmacia en nuestra localidad el señor Marcelo Manino, mencionado en los relatos de don Santiago Sessarego, quien contaba que siendo un niño de 11 o 12 años trabajó y habitó en su casa hasta 1925, cuando el Dr. Oscar Peralta llegó al pueblo aceptando la hospitalidad del joven farmacéutico.
Otro dato interesante sobre la presencia del señor Manino en El Triunfo lo aporta la señora Alba María Rovito de Bosque, quien dice que el día de su nacimiento, 14 de febrero de 1926, amaneció hermoso luego de una noche de carnaval, y que don Marcelo había sugerido que a la niña nacida al alba la llamasen con ese nombre.
Manino, nacido en Lincoln, fue un entusiasta defensor de los ideales socialistas que compartía con sus amigos el Dr. Eduardo Puy y don Joaquín Domínguez.
Formó parte de la comisión de CASET como tesorero en 1927 y revisor de cuentas en 1930 y 1933.
Estaba afectado de un enfermedad incurable en aquellos años, y el lunes 24 de agosto de 1936 se quitó la vida.
Con motivo de su fallecimiento, la revista “Hogar Linqueño” publicó esta nota:
Lincoln, lunes 31 de agosto de 1936
Año III – Número 60

MARCELO MANINO

Falleció el lunes 24 de agosto en la Capital Federal.

“Honda consternación causó en nuestro vecindario, la noticia de la trágica muerte del hijo de este pueblo con cuyo nombre encabezamos estas líneas.
Establecido desde hacía varios años con farmacia en El Triunfo, donde contaba con general estimación y prestigio, también su sociedad fue sacudida al conocerse la infausta e inesperada novedad.
Marcelo Manino, egresado normalista linqueño, perteneció a ese grupo de jóvenes que ingresaron en las filas del estudiantado universitario con el propósito de lograr la capacidad habilitante de una carrera liberal.
Sus restos mortales fueron trasladados a esta ciudad para ser inhumados en el cementerio local, acto que fue un exponente del aprecio de que gozaba el extinto.
El Círculo Farmacéutico dispuso el cierre de las farmacias adheridas, designando al doctor Olimpio Sorgentini para hacer uso de la palabra en el acto del sepelio, cuyas palabras publicamos más abajo.
Haya paz en la huesa tempranamente abierta y encuentren los familiares cristiana resignación.

El doctor Sorgentini dijo:

“Cumplo la misión de pronunciar al borde de esta tumba, en nombre del Centro de Farmacéuticos local y de sus condiscípulos, la palabra de despedida al que hoy emprende el viaje sin retorno.
Me ha tocado la misión, que tengo que cumplir en el colmo de la amargura, de darle el último adios a quien el destino me ligó por muchos años de la vida moza. Un sentimiento primario me lleva a recordar el patio lleno de sol de la primer escuela, el asomo de la hombría en el curso normal, y la policroma bohardilla de la vida universitaria.
Fue un amigo, un profesional y un hombre de bien. En esta trilogía está compendiada su acción en el corto tiempo de su existencia. Jovial, generoso, y leal en la amistad, vivió su vida con un dejo de despreocupación por las cosas del ambiente que lo rodeaba. Habían quedado en él secuelas del poeta de los veinte años que se entrega al vuelo mental y deja pasar las horas con desdén por el interés sórdido y el egoísmo brutal.
Manino era un bohemio y como tal creó su mundo interior con un poco de abstracción por las banalidades del otro, pero con dedicación absoluta al verdadero amigo y con una probidad y limpieza rayanas en el lirismo en el trato con las personas.
Ha caído un buen muchacho. Los que fuimos sus colegas perdemos al compañero que enaltece la misión social que se desempeña y que con su proceder purga la acción profesional de las rudezas de la batalla diaria. Los que fuimos sus condiscípulos hoy convertimos un recuerdo alegre en una añoranza, porque cada vez que le veíamos encontrábamos en él la evocación más completa de lo que el pasado tiene para nosotros de más puro y generoso, sin un resquemor o un sentimiento parásito".
Marcelo Manino: Requiescat in pace”.
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