El lunes 11 de abril de 1932 los vecinos de El Triunfo amanecieron sorprendidos por una insólita y pertinaz lluvia de ceniza volcánica.
Aún hoy, algunas personas relatan este suceso que vivieron en la infancia, y en sus comentarios añaden que debajo del suelo, a pocos centimetros de profundidad, muchos años después podía encontrarse una capa residual de color gris.
También hubo quienes recogieron ceniza, que usaron como polvo limpiador para el lavado de vajilla.
A continuación se transcribe un texto del diario La Nación, que afortunadamente incluyó notas sobre el fenómeno enviadas desde la corresponsalía de Lincoln, y en particular la crónica de lo sucedido en el vecino pueblo Martínez de Hoz, que nos permite hacernos una idea de la situación vivida por los habitantes de El Triunfo:
LA NACION, Martes 12 de abril de 1932 (Ejemplar N° 21.785 Año LXIII)
Primera página, titular a ocho columnas:
LA ACTIVIDAD VOLCANICA EN LA CORDILLERA SE TORNA GRAVE. UNA NUBE DE CENIZA CUBRE LA PARTE SUR DEL CONTINENTE.
En la Argentina y Chile reina mucha inquietud
Página 1, columna 1:
La ceniza cubrió las calles y arboledas en La Plata
Primera página, titular a ocho columnas:
LA ACTIVIDAD VOLCANICA EN LA CORDILLERA SE TORNA GRAVE. UNA NUBE DE CENIZA CUBRE LA PARTE SUR DEL CONTINENTE.
En la Argentina y Chile reina mucha inquietud
Página 1, columna 1:
La ceniza cubrió las calles y arboledas en La Plata
La Plata 11, - A las 4:30 comenzó a caer en esta ciudad una tenue lluvia de ceniza muy blanca, que de pronto fue cubriendo las calles y distintas arboledas, ofreciendo un curioso aspecto, que se hizo más llamativo cuando aclaró el día. Pronto se tuvo la certeza de que se trataba de las cenizas arrojadas por el volcán Descabezado, de Mendoza, que eran impulsadas por el brusco cambio del viento.
El hecho motivó, como es de suponer, comentarios abundantes, ya que la ceniza continuaba cayendo a mediodía, aunque en forma menos perceptible. La mañana destemplada y la falta de sol hacían más impresionante la lluvia polvorienta. La ceniza caída tiene forma de pequeños copos de vidrio, y sólo ha cubierto superficialmente la ciudad.
En el Observatorio Astronómico la presencia de ceniza ha sido asimismo muy comentada. El director del establecimiento nos expresó que el fenómeno se ve repetido pues el 10 de diciembre de 1921 se produjo también una lluvia de cenizas a causa de la erupción de un volcán, aunque el polvo era de color más obscuro y la nube mucho más alta que la aparecida hoy.
A medianoche y a las 5 de hoy los sismógrafos del observatorio han registrado nuevos movimientos producidos en la zona andina, pero no de mucha intensidad, aunque estos terremotos no tienen relación con el fenómeno de la lluvia de ceniza.
Página 1, columnas 1 y 2:
El espectáculo extraordinario
En la atmósfera turbia que envolvía a la ciudad se advirtió desde temprano algo que fijaba la atención de los transeúntes. A través del aire opaco se filtraba, como una leve nevisca, lenta y fina, que parecía no llegar al suelo y formaba ya, sin embargo, una huella visible en las aceras, en las calzadas y en las capotas de los automóviles. Los que abrían las persianas indagaban lo que sucedía con la mirada perpleja y examinaban la capa libera formada en la baranda del balcón. Sobre Buenos Aires caía ceniza. Es decir, la gente se hallaba en presencia de un extraño fenómeno, que no podía tener origen en alguna causa cercana y aislada, puesto que sobre toda la urbe flotaba la polvareda grisácea. En el espacio sin transparencia se movía, algodonosa y contínua, la cerrazón cenicienta. Un sobrecogimiento vago latía en la muchedumbre, con esa desconfianza incierta y esa sorpresa contenida que provocan los prodigios de la naturaleza, y Buenos Aires supo con la simultaneidad con que se difunde en una grande aglomeración humana la noticia de lo extraordinario que allá lejos, en la cordillera, habían entrado bruscamente en actividad volcanes cuyos nombres se olvidan cuando están en reposo. La ceniza venía de aquella región distante y el viento la llevaba hacia las zonas más apartadas, por diversas provincias, por encima del río, hasta Montevideo. Gris la ciudad, gris las llanuras, gris y tanto el firmamento, evocaba en cada uno impresiones dejadas por viejas leyendas, a las que se asocia el confuso tema de los milagros antiguos. Los que iban por las calles no tardaron en habituarse a lo que descendía del cielo como una niebla que se fue desvaneciendo.
En los tranvías, en los subterráneos, los pasajeros, sin alarma, aunque no sin un fondo de inquieta aprensión, comentaban el sorprendente suceso con el recuerdo de hechos análogos que suelen ocurrir en los lugares volcánicos, y no faltaban quienes ilustraban sus observaciones con datos un poco pintorescos relacionados con memorables calamidades geológicas. En otras, el silencio revelaba pensamientos graves y religiosos. La multitud se encontraba ante un “fenómeno”, y un fenómeno es, precisamente, el milagro, explicado, definible, pero milagro al fin.
Página 2, columna 8:
En Lincoln la población recurrió a los paraguas
LINCOLN, 11 – En las primeras horas de la madrugada de hoy se notó en esta ciudad el extraño fenómeno atmosférico de la lluvia de ceniza. El cielo, que a medianoche estaba completamente despejado, fue cubriéndose paulatinamente por un nublado que, hora a hora, se hizo más denso, como más densa continuó la caída del polvo ceniciento.
A las 7, la población quedó envuelta por un blanco manto, dando el fenómeno la impresión de una fuerte nevazón. En ningún momento se ha visto el sol; el cielo tiene el aspecto de un día de gran tormenta, y a la hora de transmitir este despacho continúa el fenómeno. En los pueblos circunvecinos y del partido ocurre igual cosa.
En Martínez de Hoz la caída de ceniza fue de tanta densidad que a las 10 era imposible transitar sin la ayuda de linternas. En las calles, el espesor de la misma oscila entre cuatro a seis centímetros. Algo análogo parece haber ocurrido en Pehuajó, Timote, Carlos Tejedor y Rivadavia.
En esta ciudad, la mayoría de las personas que circulan por las calles lo hace con paraguas.
Página 3:
FERROCARRIL DEL OESTE
La ceniza volcánica atrasó en una hora el tren procedente de Lincoln.
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