El Triunfo: Un pueblo con historia

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En "NUESTRA HISTORIA, una mirada al pasado triunfense"


Programa conducido por Carlos María Dusio

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El malón de noviembre de 1876


A fines de noviembre de 1876, un malón penetró por la Frontera del Oeste y dirigiéndose hacia el Norte por el interior de la antigua línea de fortines, fue a caer sobre las estancias de la costa del Salado.

Informado de la invasión, el Comandate de la Guardia Nacional, coronel Ataliva Roca, salió con su Regimiento desde Junín dispuesto a enfrentarla, al tiempo que daba aviso a las fuerzas del Fuerte Lavalle para que se le unieran En Chiquilof. Chocó con el malón, pero ante la abrumadora superioridad numérica de los invasores debió replegarse a la estancia de Gogland, donde tampoco pudo mantenerse. Mientras tanto los indios, que habían organizado un enorme arreo, se retiraban hacia la frontera.

La llegada de las tropas al mando del coronel Sanabria, permitió a Roca emprender una rápida persecución y caer por sorpresa sobre los indios más allá de El Triunfo, para infringirles una sangrienta derrota y recuperar buena parte del arreo.

La expuesta fue, sin duda, la última gran invasión que debió soportar el partido de Lincoln.”

Historia del Pueblo y del Partido de Lincoln en el siglo XIX.
La Conquista del Oeste Bonaerense (1869). André R. Allende.



LOS INFORMES SOBRE EL COMBATE

Los Coroneles Manuel Sanabria y Ataliva Roca informaron por separado al Ministerio de Guerra, sobre tal enfrentamiento.

Esa documentación está incluida en las Memorias de 1877, de la Biblioteca del Ejército Argentino.




Del Coronel Manuel Sanabria:


“Comandancia de la 2ª línea de la frontera Norte de Buenos Aires

Fuerte General Lavalle, Diciembre 12 de 1876


Al Señor Inspector y Comandante General de Armas, Coronel D. Luis M. Campos

“Tengo el honor de poner en conocimiento de V.S. a fin de que se sirva elevarlo al Superior Gobierno, que el día 9 del corriente a las tres y cuarto de la tarde tuve parte del Comandante Roca de que en la tarde anterior los indios habían invadido por “Chiquiló”, haciendo una arreada de yeguas por toda la costa del Salado, y que iban saliendo con el arreo en dirección a “El Triunfo”. Inmediatamente hice montar a caballo y a las cuatro de la tarde me puse en marcha para salir delante de los indios y unirme al Comandante Roca, que marchaba en la misma dirección, lográndolo a las siete de la tarde.

Ya incorporado emprendimos la marcha en dos columnas paralelas, una compuesta por el Regimiento de Guardia Nacional Movilizado que guarnece esta frontera, con ciento veinte hombres a las órdenes del Sargento Mayor D. Manuel de la Cuesta, y la otra por el Regimiento Guardia Nacional de Junín al mando de su Jefe, el Comandante D. Ataliva Roca..

Al oscurecer, la marcha fue interrumpida por una gran tormenta que nos obligó a echar pie a tierra, y permanecer toda la noche con el caballo de la rienda, pues la oscuridad era tal que sólo a la luz de los relámpagos podíamos vernos el uno al otro.

Cuando aclaró ordené montar para continuar la persecución, pero no dábamos con la rastrillada. Viendo lo infructuoso de la búsqueda, el Comandante Roca pidió al ciudadano D. Juan Masa, que lo acompañaba como voluntario, tratase de encontrarla.

Aproximadamente en dos horas vino a avisarnos que la misma iba como a legua y media. Inmediatamente tratamos de tomarla; llegando a ella a las ocho de la mañana, mandé de vanguardia al Capitán D. Bonifacio Salguero con su compañía, y me puse al trote y galope. Como a las cinco leguas encontramos fuego y señales de que habían estado churrasqueando, lo que confirmó que la indiada iba muy cerca. Para que no nos escucharan hice sacar los frenos. Mi idea era alcanzarlos a la noche para batirlos al venir el día, pues temía que alcanzándolos en marcha no pudiera darles un escarmiento y quitarles el arreo. No bien hice sacar los frenos, me avisaron que venía uno de la vanguardia a media rienda, inmediatamente hice enfrenar y mandé al Capitán D. Juan Duarte con su compañía a reforzar la vanguardia..

El parte que me traían era que los indios estaban acampados, dispuse entonces ponerse al galope y trasladándome a la vanguardia a media rienda, pude verlos muy apurados para tomar caballos. Dispuse que el Capitán Duarte tomara su mando, hiciera montar en pelos en los caballos de reserva y cargase a su frente que yo lo protegería con el resto del Regimiento, y que el Comandante Roca hiciera la propio y tratara de flanquearles el ala derecha. Fue tan rápida y audaz la carga que no trataron de defenderse y sólo procuraron sacar algún arreo. La vanguardia pudo chocar con alguno de ellos, arrollándolos completamente y haciéndoles muchos muertos.

Los indios con quienes nos hemos batido eran mandados por el Cacique Pincén, viniendo a sus órdenes Manuel Grande, Tripailao y el cuñado de Coliqueo, conocido por el apodo de “Platero”, componiéndose esta fuerza como de trescientas y pico de lanzas.

El resultado de esta jornada, Sr. Inspector, ha sido dejarles treinta y tantos muertos, tomarles las tres cautivas que llevaban, mucha caballada del vecindario que habían robado, lo mismo que de los que ellos traían y como cinco mil yeguas, dejando el campo sembrado de mantas y monturas que recogieron nuestros Guardias Nacionales y un gran número de lanzas. Los que lograron escapar salían en pelos.

Por nuestra parte no tuvimos más que un herido leve, y si algún arreo pudieron llevarse fue como consecuencia de la poca fuerza con que cargué, pues no queriendo darles tiempo a que se rehicieran y escapasen con él, no quise esperar la mucha gente que había quedado guardando caballos, y con doscientos cincuenta hombres de la fuerza con que dimos la carga, no podíamos atender a una línea tan extensa como la que ellos ocupaban. Yo creo haber conseguido mi objetivo que era darles un buena sableada, matando a muchos de ellos e hiriendo a un gran número, salvando las cautivas y quitándoles casi en su totalidad el arreo y caballada.

Las yeguas y caballos reuperados los llevó el Comandante Roca ha quien di orden de entregarlos a sus dueños, que en su mayor parte son de Junín, y sabiendo por los cautivos que Pincén traía arreo del centro, he dado también orden de que se dirija al Juez de Paz de Bragado a fin de que mande por los animales que sean de ese vecindario.

Las fuerzas a mis órdenes han cumplido con su deber, y al cerrar este parte sólo me resta resaltar la conducta honorable del Sr. Juez de Paz de Lincoln que rifle en mano cargó al mando del Comandante Roca, cooperando de ese modo a salvar los intereses de su partido, y la del ciudadano D. Juan Masa, que no sólo ha sido el que nos ha proporcionado este triunfo por haber encontrado la rastrillada, sino que siendo de los primeros que cargaron, mató a dos salvajes con su lanza.

Felicito al Superior Gobierno y a V.S. por un triunfo tan completo y sin haber tenido pérdida alguna.

Dios guarde a V.S.”

Manuel Sanabria



Del Coronel Ataliva Roca:


Junín, diciembre 14 de 1876


Al Señor Inspector y Comandante General de Armas.

Señor Inspector:

“Aunque no tuve la idea de pasar a V.S. un parte circunstanciado de mis marchas hasta encontrar y derrotar a los indios invasores, pues lo haría el señor Coronel Sanabria como Jefe superior, lo hago teniendo en consideración lo pedido por el señor Ministro de la Guerra en telegrama de fecha 12 del presente, cumpliendo con el deber de relatar estos hechos con la sencillez y claridad necesarias.

Paso pues, a exponer a V.S. lo ocurrido desde mi salida de este pueblo con el Regimiento a mis órdenes.

El día 1º del corriente, salí con mi Regimiento a hora avanzada de la tarde en dirección a lo de “Coiffin” caminando toda la noche, llegando el día 2 a las diez de la mañana a este establecimiento, el cual dista diez leguas de Junín. En este punto se me incorporó el señor Juez de Paz de Lincoln con su policía, marchando al siguiente día a situarme en “Chiquiló”, cuyo punto dista del anterior cuatro leguas, por creer que desde este lugar podría atender uno y otro partido; pero viendo que nuestro costado derecho era amenazado por una fuerte invasión, resolví marchar, a la tarde de ese día, caminando la mayor parte de la noche hasta llegar a la estancia conocida por de “Cougling”, a nueve leguas de “Chiquiló”, y punto que juzgué aparente para atender al amenazado, sin dejar descubierta nuestra izquierda, que quedaba guardada por las fuerzas del señor Coronel Sanabria, situada en el Fuerte General Lavalle.

El lugar que ocupábamos era excelente para nuestras caballadas por tener buenos pastos y abundantes aguadas. Además, tanto los alfalfares que pusieron a nuestra disposición, como la caballada del establecimiento, prestaron después un servicio importante.

De este punto las descubiertas alcanzaban a más de cinco leguas a nuestro frente y derecha, que fue por donde se sintieron los indios, permaneciendo allí hasta el día 10, en que tuve aviso de “San Román”, que habían penetrado por nuestra izquierda, y estaban recogiendo las haciendas de los establecimientos que teníamos a retaguardia. Inmediatamente de recibir este aviso y con la prisa que el caso requería, me puse en marcha a las 12 en punto del día en dirección a “Arín” distante 8 leguas de la estancia “Cougling”, llegando a las dos y media de la tarde, en que mandé un chasque al Coronel Sanabria, avisándole que me encontraba allí, e indicándole la conveniencia de que sus fuerzas salieran del frente de los invasores, que según las rastrilladas se dirigían al fortín “Rivadavia”, ubicado 9 a 10 leguas de donde yo me encontraba y a 3 leguas del “Fuerte Lavalle.

Habiéndoles tomado a los indios la rastrillada, la seguimos hasta llegar a las 6 de la tarde a inmediaciones del fortín “Rivadavia”, dejándolo media legua a la derecha, desde donde distinguimos las fuerzas del Coronel Sanabria, que se encontraba en el fortín. Ya juntos me puse bajo su mando, de conformidad con lo indicado por el señor Ministro de la Guerra, en telegrama anterior, y después de recibir sus órdenes, continuamos la marcha hacia el Sur, hasta las 10 de la noche, en que hicimos alto, a consecuencia de una gran tormenta de agua que nos obligó a permanecer a caballo.

Al amanecer los baqueanos habían perdido la rastrillada, no sólo por nuestras fuerzas sino también por la vanguardia, lo que nos hizo perder algunas horas. Viendo que esto iba a prolongarse con gran perjuicio para nosotros, resolví mandar a Juan Masa, quien ha estado mucho tiempo con los indios, a buscarla.

Este no tardó en volver y decirme que la misma iba a nuestra izquierda, a unas 2 leguas. Nos pusimos en marcha, llegando a la rastrillada y siguiéndola a marcha forzada..

Siendo las 12 del día, encontramos indios que nos hacían creer con fundamento que no estarían lejos, por lo cual hice apresurar la marcha, encontrándonos a la una y media frente a los salvajes, disponiendo las fuerzas a mis órdenes para el ataque, ocupando la izquierda con mi Regimiento, quedando la derecha a cargo del Coronel Sanabria, quien puede informar a V.S. lo ocurrido en ese flanco.

Dispuesta mi tropa, les llevé una carga a media rienda, la que no les dio lugar ni a formarse, dejado parte de la yeguada que llevaban, huyendo despavoridos al sentir el ímpetu de nuestras fuerzas, y abandonando el resto del arreo.

El resultado, señor Inspector, ha sido en primer lugar dar una lección a los salvajes capitaneados por uno de sus más famosos caciques, como lo es Pincén, dejando en el campo por parte del invasor como 40 muertos, la mayor parte de sus aperos, lanzas e infinidad de heridos, los que no pudieron ser tomados debido a los buenos caballos que montaban; quitándoles el arreo consistente en seis mil yeguas y rescatando las cautivas, siguiendo la persecución con mi Regimiento a más de seis leguas del campo del encuentro, en cuyo trayecto se les hicieron algunas bajas, no teniendo por nuestra parte que lamentar pérdida de ningún tipo.

Solo me resta, señor Inspector, recomendar a la consideración del S.G., la conducta del señor Juez de Paz de Lincoln, que con su policía y caballada me han acompañado desde el momento que nos vimos en la estancia de Coiffin, quien ha peleado a la par de nuestros soldados, mostrando con este acto de patriotismo, que le honra altamente, que es acreedor a la consideración del S.G.; igualmente hago mención a la conducta del señor Juez de Paz de Junín, que no ha omitido sacrificio alguno para auxiliarnos con su policía y caballos.

Con jueces de Paz como estos, señor Inspector, les costará muy caro a los salvajes invadir nuestros partidos sin llevar la lección que se les ha dado para bien del vecindario y satisfacción de los gobiernos nacional y provincial.

Debo también hacer una mención honrosa del valiente Sargento Mayor Manuel López, quien apenas supo mi marcha se me presentó, como el de igual clase Ramos, no haciendo mención especial de ninguno de mi Regimiento, porque todos han cumplido dignamente con su deber.

Al dejar satisfechos los deseos manifestados por el señor Ministro de la Guerra en su telegrama, me es grato ofrecer a V.S. mis respetos y consideraciones.

Dios guarde a V.S.”
Ataliva Roca

4 comentarios:

el escandidor dijo...

¿Quienes eran los invasores? ¿Los ranqueles y los pampas o los Roca?
Ah...se escribe "infligir" no " infringir", que quiere decir trangredir...

Comisión del Centenario dijo...

Muchas gracias por su comentario. Son tan pocos los recibidos que reconforta y estimula a continuar con esto cada vez que un mensaje llega a este sitio.
Con respecto a la palabra infringir, el párrafo está tomado textual del libro de Allende, y efectivamente tiene Ud. razón, debe decir infligir, que significa causar daño, mientras que infrigir es quebrantar la ley, con lo cual no estaría bien aplicada en esa frase.
Sobre los invasores, me hago las mismas preguntas.
Carlos Dusio

Unknown dijo...

que linda histori;justo ayer estuve hablando con mi abuelo y me conton del coronel manuel sanabria;ya que es un ante pasado mio,seria el abuelo del abuelo de mi abuelo.Me gustaria saber mas sobre el y su hirtoria.Saludos

Beto dijo...

Sangre.