A través de ricos testimonios que nos han dejado algunos de los primeros pobladores podemos recrear aquellos años donde la aventura y esperanza se sobreponían sobre las adversidades que debieron enfrentar.
Así lugareños e inmigrantes se hermanaron y complementaron para construir sobre la generosa tierra que devolvía con creces merecidos frutos al rudo trabajo empeñado.
Lamentablemente ya no podrá rescatarse un sinfin de testimonios perdidos en fogones, caminos, esquinas, reuniones familiares, pero que flotan en el aire triunfenses en parciales evocaciones a aquellos pioneros idos humilde y silenciosamente con el tiempo.
Aquí iremos volcando relatos y recuerdos de algunos pocos que obran de representantes de todos esos anónimos personajes merecedores del honor y privilegio de haber sido los fundadores de nuestro pueblo.
JOSE Y DOMINGO PEREYRO
El día lunes 7 de setiembre de 1914 llegaron a El Triunfo don José y don Domingo Pereyro, nacidos en Carballal, Provincia de La Coruña, España, el domingo 6 de noviembre de 1892 y el sábado 13 de julio de 1895, respectivamente.
En una charla mantenida con don Domingo, allá por el año 1978/79, recordaba:
Cuando llegaron a El Triunfo, había un Hotel, llamado “El Globo”, que era un rancho y estaba a metros del paso a nivel, al oeste de la Estación, donde posteriormente funcionó la Estación de Servicios de don Nadim Chemes y actualmente es la vivienda de la familia de Paulino Bosque.
De inmediato comenzó a trabajar de cocinero en “La Reina”, para lo que no tenía ninguna experiencia, y en ese lugar, bajo las órdenes de don Miguel García Senra, llegaron a trabajar 114 personas en tareas rurales.
Las carreras cuadreras y juegos criollos que allí tenían lugar, solían durar desde el domingo hasta el miércoles siguiente.
Una de las primeras casas de material que se construyó en El Triunfo, fue de la familia Marchisone, frente al paso a nivel, al lado de la quinta que hoy conocemos como el “Pueblo Nuevo”.
Entre los años 1914 a 1918 hubo una gran inundación y en la laguna de Chancay el agua pasaba un metro y medio por sobre las vías. El traslado de haciendas al Mercado de Liniers se hacía por arreo, demorando ocho días.
El agua cubría el puente de madera del viejo camino a Lincoln, y aunque estaba señalado el lugar por donde se debía pasar, volcaron varias chatas y se ahogaron sus caballos. El nivel superaba por mucho al de los alambrados, a tal punto que cuando falleció Fernando Etchart, joven de 18 años, su féretro debió traerse desde el campo en un bote de remos.
Junto a su hermano José y otros, trabajó en la construcción de canales para facilitar el retiro de las aguas, lo que hacían a pico y pala.
CMD